Esta dichosa crisis que nos rodea y empapa social y
familiarmente en muchos casos, se está cobrando poco a poco un precio exagerado
en nuestras vidas.
Esta crisis que mercantiliza la cultura, la enseñanza, la
justicia, la sanidad, la tranquilidad de los jubilados y cuyo único motor es la
rentabilidad económica sitúa, como principio más importante de los
valores, al dinero. Esto trae consigo
que cada vez nos encontremos más parados, más desahucios, más necesidades sin
cubrir, más tragedias domésticas… cada vez se nos presenta todo más triste, más
incierto y la crispación es la moneda de cambio en nuestras relaciones en la mayoría
de las ocasiones.
A pesar de la convulsa época en la que vivimos y del
pesimismo que reina en nuestra sociedad, debemos ser conscientes de que hay
espacio para el optimismo, no podemos permitir que nos roben la alegría porque
vivimos con niños, que son el futuro del mañana, y que se merecen algo mejor de
lo que tenemos ahora.
Es necesario cambiar esta inercia y pensar que el papel
principal de nuestra vida es el amor, la honradez, la libertad, el saber
escuchar, la solidaridad, la empatía, y que la importancia de la familia y de
los amigos son factores que pueden
ayudar a sentirnos bien y a tener sentimientos más positivos.
La psicóloga Laura Rojas que, tras los atentados de las
Torres Gemelas, fue voluntaria de apoyo a la Cruz Roja y colaboró en el
proyecto Libertad, un programa creado por el gobierno federal para ofrecer
apoyo psicológico a las víctimas del atentado del 11-S, dice que “ante los cambios que nos depara la vida,
hay que tener claro cómo pensamos y qué mensaje nos damos a nosotros mismos”.
Para esta especialista “la amistad es un
protector de la felicidad” y, que, en su opinión “podemos elegir, uno puede cambiar la forma de pensar ante las
dificultades de la vida y acabar con los pensamientos negativos. La
perseverancia, la disciplina y ser flexibles nos ayudarán a superar los
momentos difíciles.”
Fue Pablo Neruda
quien dijo: “podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la
primavera”.
Lo que es evidente es que por imperativos sociales muchas
situaciones no deseadas nos vienen dadas; sin embargo, está en nosotros elegir
con qué actitud deseamos afrontarlas.
A veces un problema se convierte en el árbol que no nos
deja ver el bosque y evita que disfrutemos de mil cosas buenas que nos ocurren
a diario y no llegamos a valorar.
Nuestra actitud ante la vida influye enormemente en
nuestra sensación de felicidad y “no hay
profesión más importante que ser feliz”, concluye el escritor y periodista
David Escamilla.
Como podéis ver y, a pesar de las contrariedades
presentes, todavía quedan razones para el optimismo.
Santiago Fernández.
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